La Campeona
por carlos mallsteen · Publicada · Actualizado
La Campeona
Una de mis primeras experiencias sexuales fue en un bus, fue intensa , osada y muy sensual, en este relato te la cuento con lujo de detalles…
29
Capítulo

Intro:
Era un día emocionante, viajábamos a competir a otra región, la experiencia sería única, era la primera vez que viajaba sola. Iríamos en bus y tomaría cerca de 27 horas.
Ya imaginaba cuantas anécdotas tendría para contar; mi compañera de asiento sería Lorena, llegué al terminal de embarque y la busqué, pero no la hallé, pensé que ya llegaría antes de partir. Me senté junto a la ventana. Para mí era casi como ir a otro país, ya estábamos por partir y sin señales de Lorena, de pronto mientras miraba por la ventana, sentí que alguien se sentó a mi lado, ya tardabas dije mientras volteaba a verla y oh sorpresa, no era Lorena sino el entrenador del equipo el que estaba junto a mí. Lorena no vendrá dijo, se reportó enferma y debemos ver como resolver su ausencia, por eso me siento junto a ti, eres su reemplazo natural, ¿no te molesta? La verdad no era molestia lo que sentí, era una extraña sensación que me invadía, pero que no logré, a esa edad, entender. Mi corazón se agitó al ver a Javier a mi lado, nuestro profesor de Educación Física y entrenador era un hombre joven y atractivo; todas, todas las chicas del equipo suspirábamos a sus espaldas, tenerlo junto a mi todo el viaje sin dudas, era un sueño.
Hablamos de las modificaciones en la rutina de Lorena y de cómo debería enfrentar este cambio de última hora, me decía lo mucho que confiaba en mí y en mi desempeño, su confianza y la forma en que me hablaba, me hacían sentir comprometida y deseosa de no defraudar al equipo o más bien, de no defraudarlo a él.
Llevábamos unos cuantos kilómetros avanzados y Javier dormitaba en el asiento, sentí la necesidad de ir al baño, pero cómo, cómo salía sin despertarlo…me levanté y me apegué al respaldo del asiento delantero, esforzándome para pasar entre este y las piernas de Javier, poco a poco y muy despacio comencé a deslizarme y de pronto el bus dio una sacudida que si bien, no despertó a la mayoría de los pasajeros, me hizo caer sentada sobre las piernas de Javier. No supe que hacer, quedé paralizada, avergonzada, no lo sé.
Javier se despertó algo confuso y al darse cuenta de lo ocurrido se rio. Estuve un breve momento sobre las piernas de Javier, pero fue lo suficiente para palpar con mi culo el duro bulto que entre ellas se escondía. Me levanté y me fui al baño algo agitada y con mi cara enrojecida, no era vergüenza lo que sentía, eran ganas de no haberme levantado jamás; bajé mis bragas para sentarme en el inodoro y mi ropa interior estaba mojada, era un líquido diferente, algo más denso que manchaba mi ropa.
La acción:
Cuando regresé a mi asiento Javier estaba despierto, me dijo en tono de broma, cuidado no me vayas a aplastar otra vez, nuevamente comencé a deslizarme entre el asiento y Javier, pero esta vez él me tomó de las caderas y me ayudó a pasar, sentía sus fuertes manos asirse a mi cuerpo y por primera vez supe cómo se siente cuando un hombre te toca. Fueron sólo segundos que a mi bastaron, para desear con más ganas volver a tener sus manos sobre mí. Ambos vestíamos ropa deportiva y el pantalón de buzo de Javier se veía tensado por la voluptuosidad de su miembro, el que estaba sin lugar a duda claramente erecto. Mis ojos no podían dejar de mirar y mi cuerpo daba señales de lo que hoy se, era excitación. Estaba en una suerte de juego macabro, pues sentía ganas de ser tocada y a la vez, apegaba mi cuerpo contra la ventana del bus para no rozarlo. ¿Te importa? dijo mientras quitaba su pantalón, hace mucho calor aquí, no, dije sin mencionar palabra, sólo moví mi cabeza en negación, al verlo en pantaloncillos cortos y más delgados, el registro visual gatilló la automática erección de mis pezones, lo que afortunadamente pude disimular con la abultada chaqueta que llevaba. Javier se levantó para dejar el pantalón en el guarda equipaje sobre nosotros, al erguirse para hacerlo, su prominente bulto quedó expuesto y sentí el deseo de tocarlo, mas me reprimí.
Pero qué pasaba conmigo, por qué me comportaba así. Lo que mis ingenuos 15 años no sabían era que Javier tenía plena conciencia de lo que ocurría y cada acción, cada movimiento estaba cuidadosamente ejecutado, para provocar que se encendiera en mí el fuego incandescente del deseo, que desde ese día ya no podría apagar más.
Volvió a sentarse junto a mi y el atardecer que nos acompañó los primeros kilómetros se tornó en una noche oscura, iluminada fugazmente por las luces de vehículos, que de manera intermitente pasaban por la carretera, todos dormían menos Javier y yo. Ya sin excusa ni buscando motivo casual, tomó mi mano y la posó sobre su pene, podía sentir el calor que atravesaba la suave tela de su ropa y la humedad que se impregnó en ella. Iba casi descubriendo un paraje inhóspito y me dejé guiar, comencé a acariciar su falo mientras Javier respiraba profundo y exhalaba lentamente, los movimientos se fueron haciendo más intensos, dirigía mi mano para que presionara y frotara su henchida verga, poco a poco no necesitó guiarme, de manera natural continue tocándolo, sintiendo en cada roce que mi ansiedad subía y el deseo de también ser tocada. El instinto actuó y metí mi mano dentro de su ropa, pude tocar la piel de su pene que parecía de hierro por la severidad de su rigidez, lo recorrí completo dibujando con mis dedos cada pliegue, cada vena hasta llegar a su glande, juguetee en su orifico y pude ver que cada vez que lo rozaba Javier se estremecía en su asiento, esto me alentó a seguir y comencé a corrérsela, pero pronto eso no fue suficiente. Javier metió su mano y tomó la mía, dio acelerado ritmo a los movimientos, lo sentía temblar y estoicamente conteniéndose para no lanzar un gemido, eso me excitaba y jalé más fuerte y más rápido, mi mano estaba húmeda, viscosa y mi vagina daba razón de mi excitación, inundado mis bragas con sus jugos, tomé su mano y la lleva dentro de mi ropa, la oprimí contra mi vulva y Javier consciente de lo que pedía, comenzó a frotar mi clítoris, nos masturbábamos mutuamente, pero a mi contenerme se me hacía más difícil, era mi primera vez, la primera vez que sentía como mujer. Me miró y con voz agitada me dijo, no hables, lo miré mordiendo mis labios, conteniendo con dificultad el gemido que ya escapaba. Moví mi cabeza de un lado a otro indicándole “no puedo” y el entendió. Me tomó del pelo, bajó su pantaloncillo y me sumergió en su entrepierna, desde donde se alzaba como un montículo de carne su pene erecto y mojado. Una vez más el instinto actuó y me tragué esa verga salada y la mamé. El movimiento en la carretera hacia a veces que me ahogara, pero no renuncie a seguir chupando su pene y seguir sintiendo como me frotaba, como metía sus dedos en mi hendidura. Así estábamos ardientes y calientes, sudando por la excitación, así estábamos cuando sin previo aviso Javier explotó dentro de mi boca llenándola de su semen espeso y tibio, sentí que realmente me ahogaría y no pude más que tragar, tragué su leche, sus jugos y saboree cada gota. Mientras lo hacía sentí que en un segundo tocaba el cielo, pues una eléctrica sensación me invadió. caí sobre el regazo de Javier y me dormí.
Al otro día:
Desperté por las risas y voces de los demás pasajeros, Javier no estaba a mi lado. Sentí mi cara tensa, era el efecto del semen de Javier en mi rostro, apareció con una toalla húmeda en sus manos, me miró y con cómplice sonrisa dijo toma limpia tu cara, tomé la toalla y limpié mi faz, aún tenía el sabor de su semen en mi boca. Javier se sentó a mi lado y me dijo, sabes aún no compites pero ya eres definitivamente …una campeona.