La taza de café

La taza de café

Nada mejor que relajarse de esta forma post un día de duro trabajo, un café, una tina, mi mente y cuerpo se entregan al placer.

26

Capítulo

La taza de café humeaba sobre la mesa de la terraza, había sido un día difícil y agotador, quité mi uniforme y lancé mis zapatos, un baño era lo que necesitaba. Llené la tina y coloqué sales y jabón; la espuma comenzó a crecer, tomé mi pelo sobre la nuca y entré en ella, sentí la tibieza del agua acariciando mi cuerpo, cerré los ojos y me concentré en la música que invadía el ambiente. Era sensual, erótica…tanto o más que mi propio ser. 

Miraba mis piernas, mi cuerpo que brillaba bajo la tenue luz que dejé encendida, el lenguaje corpóreo hablaba y sabía cuál era su mensaje; deseaba sentir, anhelaba ser preso de esa sensación explosiva que se desborda cuando entre gemidos acallados consigo mi placer. Mi cansancio era grande pero más lo eran mis ganas, decidí escuchar esa orden íntima y obedecí…cerré los ojos y pensé en él, en sus manos, su boca y como recorre mi cuerpo cada vez que me hace suya. Toqué mis pechos que sobresalían entre la espuma, los acaricié suavemente y si bien me gustaba, no obtenía esa sensación que él logra provocarme. Insistí acariciándolos y esta vez con algo más de fuerza. Fui reconociendo la emoción de esos momentos, mis pezones se endurecieron y parecían dos pequeñas pápulas a punto de estallar, repasaba imágenes en mi cabeza, visualizando sus manos en mis tetas cuando èl me posee.

Comprimí la argamasa de mis pechos emulando la propiedad con que mi amo lo hace, quería evocar mis reacciones, necesitaba el estallido que se manifiesta cuando el amo me enciende, una marca violácea en una de mis tetas me trajo el delirante recuerdo de la última vez, su boca mordiéndome, coloca su sello en mi cuerpo dejándome marcada y reservada para él. Cerré nuevamente mis ojos buscando el encuentro imaginario con mi dueño, la suavidad de la espuma sobre mi piel permitía un juego deslizante y perfecto que quitaba todo obstáculo del camino al placer.

Mi mano, que era la suya, recorrió el sendero húmedo hasta llegar a mi vientre, sòlo imaginar que me tocaba confundía mi humedad con la del agua que me cubría. Lo hice de la misma forma que me toca, despacio e incitándome a sentir, desafiándome a no correrme porque él así no la ha consentido; una forma cruel y adictiva de llevarme al límite de mis deseos, de exigir a mi cuerpo contención hasta que él lo diga… 

Toqué mi monte de venus y fue inevitable el triscar que eso provocó, mis sentidos estaban agudos, me envolvían las ideas, los recuerdos, los aromas y la música que me mantenía en hipnótico estado…mi mano, que era la suya, buscó tocar la entrada a mis rincones y me abrí camino con mis dedos, sintiendo como se sumergían en la cavernaria hendidura de mi vagina, dos dedos en mi interior y uno frotando mi clítoris, tal como el me enseñó y como disciplinada discípula inicié mi masturbación. 

La temperatura del agua había bajado, mi piel se erizaba un poco por el frio y más por lo que mi cuerpo estaba experimentando, abrí mis piernas y una parte de ellas quedó en la superficie, me toqué como hace mucho no lo hacía reconociéndome y palpando cada uno de mis rincones que ya no eran míos sino de él. Recordé estar al borde de la bañera y de rodillas chupando su falo, tomada del pelo y arrojada contra su virilidad, pude sentir sus pálidos gemidos cada vez que mi boca tragaba su pene y como me pedía que siguiera, llamándome su puta, la perra de su uso y propiedad. Seguí masturbándome con esas imágenes en mi mente que enardecían mi momento, me sorprendí diciendo sí, sigue amo por favor, igual como cuando me arroja contra la pared y quita mis bragas para meterse en mí, fui subiendo en vorágine carrera, frotaba mi clítoris buscando ya eyectar ese grito que se atrapaba en mi garganta, gemí, sí gemí como sé que le gusta, mis quejidos ardientes me calentaban más, en el oscuro espacio de mis ojos cerrados sòlo una imagen, su cara complacida y sedienta de verme estallar, continúe entregándome sin pudor al onanismo de mis dedos, presurosa y ardiente, recordando como sentía cuando con su verga me atravesaba hasta tocar el fondo de mi sexo, rozando mis cavidades, mientras yo atrapo su pene con cada contracción, haciéndolo mío, como suya y de su única propiedad me hace el. Separé con mis dedos los labios de mi vagina y froté iracunda el botón de mi placer, mis gemidos aumentaron, el agua caía de la bañera por mis movimientos casi convulsivos…el clímax estaba cerca, tenía en mis manos mi orgasmo y no era metáfora…era real, continúe, seguí y me permití quejarme fuerte hasta que sentí como me invadía ese exquisito y delirante efecto del placer. Mi cuerpo se tensó completo, mordí mis labios, apreté mis ojos, los dedos de mis pies se acalambraron y solté el grito que subió desde mis entrañas…me dejé caer exhausta mientras la taza de café ya se había enfriado y el agua corría por el piso, todo como prueba de mi frenético viaje de placer… 

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