El tercer timbre
por carlos mallsteen · Publicada · Actualizado
Escape
La noche era fría, más de lo habitual, Javier llegaría tarde del trabajo y decidí meterme a la cama, las sábanas estaban heladas y el calor de mi cuerpo las fueron entibiando poco a poco. Llevábamos apenas 6 meses viviendo juntos y hasta ahora todo era perfecto.
32
Capítulo

Apenas me había arropado cuando la campanilla timbró, eran las 7 de la tarde, pero el invierno hacia oscurecer muy temprano. Decidí quedarme en la cama, al fin a veces algunos niños al pasar traviesamente tocaban la campanilla. Sonó por segunda vez y me incorporé, calcé mis pantuflas y tomé mi bata, caminé hasta la puerta y la abrí, parado frente a mi estaba Sebastián, el padre de Javier, hola dije sorprendida, qué tal contestó, lo hice pasar y serví 2 tazas de té, el frío era propicio para beber algo caliente. Te sorprende mi visita dijo, mientras sostenía la taza en sus manos que temblaban, supuse por lo helada de la noche; la verdad sí, en qué puedo ayudarte. Sebastián se levantó del sitial y se sentó junto a mí en el sofá. Conocí a Javier por Sebastián, yo fui la asistente de su padre durante varios años en la constructora de la que era dueño, las frecuentes visitas de Javier a la empresa hicieron nacer una amistad que se fue tornando cada vez más cercana hasta convertirnos en novios. La noticia fue muy bien recibida por todos y al paso del tiempo dejé el trabajo ya que no queríamos mezclar nuestra relación con los temas laborales. Ahora trabajaba en una empresa de un amigo de la familia de Javier, donde obviamente llegué por recomendaciones de Sebastián. Matilde dijo Sebastián, me atreví a llegar hasta aquí porque sé que Javier tardará y necesito que hablemos. Su voz reflejaba que algo importante ocurría y por mi cabeza volaron las ideas, tantas y ninguna se acercaba siquiera lo que estaba a punto de oír. Por favor no me tengas en suspenso, dime qué ocurre, pasa algo con Javier, no contestó se trata de ti, de mí dije, más bien de ti y de mí contestó…si ya estaba intrigada esta respuesta terminó por confundirme, no sabía que podía ocurrir que nos involucrara a ambos. Me acomodé en el sofá y di un largo sorbo a la taza de té, respiré profundo y le dije, habla soy toda oídos, qué ocurre. Los detalles de lo que Sebastián me dijo me los ahorraré, me remitiré a lo más desconcertante; Sebastián me dijo que desde el primer día que llegué a trabajar con el sintió una fuerte atracción física por mi y que al paso del tiempo y dada la convivencia y los viajes que debimos realizar juntos por negocios, esa atracción fue tornando a algo más profundo e importante. Volví a beber té y esta vez sólo para dar una pausa y poder procesar lo que estaba escuchando. Cuando Javier y tu comenzaron a salir tuve una incómoda sensación, no sabía muy bien lo que era en ese momento, pero luego, cuando formalizaron su relación lo entendí, tenía celos, tengo celos de mi propio hijo. Su relato iba tomando cada vez más ímpetu y comencé a ver en sus ojos la mirada de un hombre y no la del padre de mi novio. Antes que él pudiera continuar lo interrumpí y esforzándome para demostrar calma le dije, Sebastián entiendo lo que dices y me siento muy halagada, no obstante, estoy segura de que esto sólo ocurrió por nuestra cercanía en el trabajo, finalmente tu yo pasábamos más tiempo juntos que con nuestras parejas, es normal que a veces nos confundamos. No, replicó en un tono golpeado, no entiendes, esto no es confusión, no mentiré diciendo que estoy enamorado de ti, pero si te deseo, te deseo con todos mis sentidos, con todas mis ganas, me vuelvo loco cada tarde cuando Javier en la oficina dice que ya viene a casa, no puedo dejar de imaginar que tu lo estarás esperando, puedo ver en mi cabeza como lo besas, como lo tocas y como se monta en ti, esto me está desquiciando. Siento ganas de ti, de tu cuerpo, de tu boca, tus pechos y sólo quiero tomarte y meterme dentro de ti. Intenté interrumpirlo pero no lo logré, él siguió…se que eres la mujer de otro y lo peor, ese otro es mi hijo, pero este infierno que llevo dentro, el fuego que me consume de sólo imaginarme entre tus piernas, saboreando tu sexo, lamiendo tu vagina me hace olvidar que es mi hijo y sólo lo veo como un hombre que tiene lo que yo deseo…las palabras de Sebastián eran tan intensas, tan extremas, pues cruzaban un límite o mejor dicho iban contra un código casi sagrado, el de no desear la mujer de tu hijo.
En el pasado sentí cierta atracción por Sebastián, soy sincera, pero esta desapareció una vez conocí a Javier, este pequeño gran detalle cambió el curso de esta historia. Escuchar a Sebastián tan vehemente, ver sus ojos reflejando lujuria y deseo y el sabor pecaminoso de lo que se nos está prohibido, accionaron en mí también el deseo de sentirme poseída por él. El té se había enfriado en nuestras tazas, pero nuestros sexos ardían en ganas. La fría noche que ya caía se vería opacada por el infierno que estaba a punto de desatarse en esa casa; y así sin pensar siquiera en consecuencias ni menos considerar lo que de ahí en adelante ocurriría, me puse de pie, abrí mi bata y la dejé caer. Expuesta ante los ojos de Sebastián en mi desnudez plena, me acerqué a el que permanecía sentado, con sus ojos clavados, en un recorrido inmoral del cuerpo de la mujer de su hijo y le dije, acá estoy, has de mi lo que desees hacer. Alcé mi pierna, la puse sobre el sofá y con mi mano acerqué su cara a mi vagina, esperando la devorara completa, deseando sentir su lengua lamiendo mis pliegues e internándose en mi interior…Sebastián me tomó de las caderas, colocó sus manos en mis nalgas y comenzó a olerme a olfatearme, igual como los machos a las hembras cuando están en celo. Su vesánico acto me encendió más, ahora sólo quería que me tomara, que me penetrara lo más profundo que mi caliente cuerpo pudiera tolerar. Sebastián se paseó entre mis piernas, mis pliegues, los labios de mi vagina, olfateaba y de vez en cuando su lengua rozaba mi clítoris provocándome espasmos por el placer entregado…no quise apresurarlo, dejé fluir sus deseos, le permití tocarme, lamerme, morderme, sabía que la espera valdría la dicha y así fue…se quitó la ropa y me tomó del pelo, jalando mi cabeza hacia atrás con tanta fuerza que creí mi cuello se iba a romper, que dolor más exquisito, que tormentoso placer me provocaba. Se acercó a mi cuello y susurró en mi oído…eres la mujer de mi hijo pero esta noche serás mi perra…me colocó de rodillas frente a él, tomó su pene y dijo mama, chupa y dime si es mejor que el de él…la brillantes de su miembro erecto y la humedad que este preámbulo morboso le habían provocado, colocaron su verga suave y lubricada que la trague sin más…lamí y chupé, juguetee con su glande y metí la punta de mi lengua en su orificio, los gemidos de Sebastián me calentaban más, sus quejidos se hacían más profundos y tensaba mi pelo con cada lamida que yo le daba, en respuesta del placer de la paja que yo le daba con mi boca…
La campanilla sonó por tercera vez y desperté, estaba algo desconcertada, me levanté y abrí la puerta, era Javier; hola, lo siento amor, perdí las llaves…tenemos un invitado para cenar hoy dijo, mientras entraba y tras de él Sebastián. Qué tal Matilde, cómo estás me dijo, mientras me entregaba el vino que traía…algo turbada sonreí mientras él iba tras de Javier directo a la cocina, hoy no cocinas amor me dijo Javier, papá y yo te consentiremos.
Ni Javier ni Sebastián podían imaginar lo que pasaba por mi cabeza en ese momentos, tenía en casa al hombre que amaba, del que estaba enamorada y muy feliz viviendo; y también a su padre que desde ese día fue más que mi ex jefe o mi suegro, pues cada noche al cerrar los ojos, es el amo y señor de mis deseos, de mis ganas más impuras y mis fantasías prohibidas, de la humedad que se desborda, cuando en mi perversa imaginación devora mi vagina y de la corrida amoral que viene a mí en mis sueños, al sentirme presa por el padre de mi novio que ahora también es mi secreto dueño.